El Registro Público de Nuevo León volvió a quedar fuera de servicio esta semana, generando una nueva ola de inconformidad entre los ciudadanos que diariamente acuden a realizar trámites indispensables. La parálisis del sistema, que ya se ha repetido en múltiples ocasiones en los últimos meses, evidencia la fragilidad tecnológica y la falta de soluciones efectivas por parte del gobierno estatal. Mientras tanto, las personas pierden horas valiosas, dinero y paciencia en medio de un escenario que parece no tener fin.
Registro Público colapsa de nuevo
La caída del Registro Público ocurrió nuevamente en las instalaciones del Instituto Registral y Catastral, ubicado en el Pabellón Ciudadano. Los ciudadanos que asistieron para realizar trámites relacionados con escrituras, inscripciones o certificaciones se encontraron con que el sistema estaba completamente detenido.
De acuerdo con testimonios del propio personal, las fallas comenzaron desde el lunes y hasta la fecha no se tenía certeza de cuándo quedaría restablecido el servicio. La única actividad posible era el ingreso de documentos de forma manual y la entrega de aquellos ya tramitados, lo cual no resuelve la necesidad de quienes requieren constancias inmediatas o movimientos urgentes en sus propiedades.
José María Urrutia, director del Instituto, atribuyó la suspensión a un corte de fibra óptica ocasionado por las lluvias recientes, lo que supuestamente afectó los enlaces digitales del organismo. Explicó que se implementaba un respaldo de información para garantizar la seguridad de los datos antes de reactivar el sistema. Sin embargo, esta explicación no bastó para calmar el enojo de los ciudadanos, quienes ven cómo los problemas se repiten una y otra vez sin un plan real de modernización tecnológica.
Trámites en el Instituto Registral y Catastral están detenidos desde el lunes por fallas en el sistema, no hay fecha para restablecimiento.#ElNorteLocalhttps://t.co/X9nxNFEmDQ
— elnortelocal (@elnortelocal) September 11, 2025
El costo ciudadano
La parálisis del Registro Público impacta directamente en la vida de la gente. Una de las principales quejas provino de ciudadanos que viajan desde municipios lejanos como García o Cadereyta para realizar trámites en Monterrey. Tal es el caso de Gloria Chávez, una adulta mayor que relató cómo acudió durante dos días consecutivos sin lograr resolver su trámite: “Vine ayer y me dijeron que no, y vengo hoy, y también… es el tiempo y energía que gastas”, expresó molesta.
Historias como la suya son comunes. Decenas de personas perdieron tiempo laboral, dinero en transporte y hasta recursos invertidos en gestorías, pues los procesos quedaron detenidos de manera indefinida. La frustración se suma a la percepción de que el gobierno estatal no prioriza a la ciudadanía, al mantener instituciones esenciales en condiciones precarias y sin soluciones efectivas.
La molestia también alcanzó a quienes señalaron que ni siquiera los sistemas de cobro de la Tesorería funcionaban correctamente. Esto significa que, aun cuando el Instituto intentó recibir documentos de forma manual, tampoco se pudieron procesar los pagos, lo que prácticamente paralizó todas las operaciones.
Entre explicaciones y realidades
Aunque las autoridades del Registro Público insisten en que la caída fue producto de un accidente externo relacionado con el clima, la ciudadanía recuerda que no es la primera vez que ocurre algo similar. En mayo y junio de este año también se registraron fallas que, según los afectados, se extendieron hasta por un mes en cada ocasión.
La repetición de estos problemas pone en duda la solidez de la infraestructura tecnológica del Instituto. Si las caídas del sistema se vuelven una constante, el argumento de que “la lluvia” o “un corte de fibra” son los culpables pierde credibilidad. Lo que queda al descubierto es un organismo vulnerable, incapaz de garantizar continuidad en un servicio clave para la certeza jurídica y económica del estado.
Especialistas en derecho registral advierten que cada día sin sistema puede tener repercusiones graves. Desde retrasos en la inscripción de propiedades hasta la imposibilidad de acreditar legalmente operaciones de compraventa, la falta de funcionamiento afecta tanto a ciudadanos como a empresas. En un estado como Nuevo León, donde la inversión y los desarrollos inmobiliarios avanzan a gran escala, un Registro Público paralizado significa pérdida de confianza y trabas innecesarias para la economía local.
La falta de soluciones del Registro Público
La crisis del Registro Público no es nueva, pero sí cada vez más notoria. En lugar de establecer un plan integral de modernización tecnológica y prevención de fallas, las autoridades han respondido con explicaciones temporales que no resuelven el problema de fondo.
La falta de inversión en infraestructura digital, sumada a la ausencia de transparencia en la gestión de recursos, ha dejado al Instituto en una situación de precariedad evidente. Aunque se argumenta que se están haciendo respaldos de información para garantizar la seguridad, la realidad es que los usuarios no reciben atención oportuna ni soluciones rápidas.
Los ciudadanos, por su parte, han comenzado a expresar su inconformidad en redes sociales, señalando que mientras el gobierno estatal presume proyectos “modernos” en otros rubros, descuida instituciones básicas que afectan directamente la vida cotidiana de la gente. La pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿cuántas veces más tendrá que colapsar el sistema antes de que se tomen decisiones firmes?
La confianza en las instituciones depende de su capacidad para responder a las necesidades de la sociedad. Si el Registro Público sigue siendo sinónimo de filas interminables, trámites detenidos y excusas técnicas, el mensaje que recibe la ciudadanía es de abandono e indiferencia.
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